domingo, 13 de octubre de 2013

La meteorología Birminghense

En mis primeras semanas por estas tierras me di cuenta de dos cosas: La primera, que el trending topic de las conversaciones inglesas es el clima, y la segunda, que todo el mundo cree que en España vivimos una especie de verano eterno.  ¿Cómo me di cuenta? Pues porque he tenido tantas veces la siguiente conversación que ya he perdido la cuenta.

Brummie: So, you are Spanish, ain't you? Well, we usually have bad weather here. Don’t worry, you’ll get used to it, but here it’s always rainy, cloudy and cold.
[Así que eres española, ¿no? Bueno, aquí suele hacer mal tiempo. No te preocupes, te acostumbrarás, pero aquí siempre llueve, está nublado y hace frío.]

Yo: Yes, where I live it’s the same.
[Sí, donde yo vivo es igual.]

Brummie: Ha, ha, ha, ha…

 Yo: No, this is not irony. I’m from the North and where I live it’s always rainy and cloudy and cold.
[No, no es ironía. Soy del norte y donde vivo siempre llueve, está nublado y hace frío.]

(Y me cuesta no añadir: And we neither say “olé” nor dance flamenco, joder! [¡Y no decimos “olé” ni bailamos flamenco, joder!])

A una norteña no se la asusta tan fácilmente con amenazas de mal tiempo. Pero estoy empezando a pensar que subestimé la meteorología de Birmingham. A ello pudo contribuir el hecho de que el día de mi llegada estábamos a 29º y con un 93% de humedad. Pero ya me advirtieron que eso era algo que sólo pasa una vez cada tropecientos años.

En fin, esto sólo lo entenderéis quienes veis Juego de Tronos o leéis Canción de hielo y fuego, pero yo suelo bromear con que Galicia es Invernalia. Donde, aún en pleno verano, el invierno parece no acabar de irse y por donde entran todos los temporales de la Península. Vamos, que en mi tierra nos pasamos el año diciendo aquello de que “se acerca el invierno” prácticamente desde el solsticio de verano, mientras apagamos las brasas de la noche de San Juan. A veces incluso hay inviernos que parecen durar 7 años.¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Pues ambas están interrelacionadas y de ellas se extrae una única conclusión: Si Galicia es Invernalia y Birmingham está al norte, Birmingham debe ser el Muro.
 Me siento como si estuviese haciendo un internship en la Guardia de la Noche, a lo que contribuye no sólo la climatología, sino también la condescendencia británica, una especie de mensaje no verbal que te transmiten con la mirada cuando preguntas por algo que para ellos es obvio pero para ti no tanto: “You know nothing, Jon Snow”.  Hasta me daban ganas de vestir el negro y pronunciar el juramento en alguna gélida noche de agosto. Sí, “gélida” y “agosto” en la misma frase.



“Night gathers, and now my watch begins…”

Bromas aparte, lo cierto es que la meteorología británica no es como muchos se imaginan. No es niebla y lluvia y todos los días del año. De hecho, es la meteorología más variada y cambiante que haya conocido y eso, en principio, no es malo. Lo malo es que todas las variaciones y cambios ocurren en el mismo día. Sí, en un sólo día pueden sucederse las cuatro estaciones del año.  Hoy, por ejemplo, puede amanecer soleado, a medio día hacer un frío que  pela y por la tarde caer un chaparrón del quince para pasar a una noche bochornosa. Eso hace a la meteorología inglesa única en su especie.

Mi consejo: Traed ropa de abrigo. Y si en las previsiones meteorológicas anuncian  buen tiempo, no os confiéis (salvo que sea muy buen tiempo) y vestiros por capas, así podréis adaptar vuestra temperatura corporal según la ambiental aumentando o disminuyendo el número de capas.

La explicación de por qué el tiempo británico es tan cambiante y por ello único en el mundo:

Birmingham BBC Weather. Os advierto que es incluso menos fiable que Meteogalicia, pero no hay británico que no la consulte varias veces al día:

domingo, 6 de octubre de 2013

El transporte no tan público en Birmingham



Quienes me hayáis leído ya habréis notado que me encanta UK. Como me dijo una de las chicas georgianas que conocí en mi On-arrival training, “Inglaterra siempre ha sido mi país soñado”. Pero los sueños siempre tienen algo de surrealistas. En este caso, la parte surrealista corresponde al  transporte “público”. Sí. “Público”. Entre comillas. Porque aquí el transporte “público” es privado. (No voy a extenderme en esto, vosotros mismos podéis informaros sobre la política de privatizaciones que llevó a cabo la Thatcher allá por los años ochenta y que, por muy inverosímil que parezca, nadie parece dispuesto cambiar.)

Supongo yo que de ese carácter “público” se derivan los otros dos grandes inconvenientes del transporte en este país: el desbarajuste y el precio. Para entenderlo mejor simplemente os voy a contar mi relación con el transporte público en España.

No sé cómo son las cosas en las demás comunidades autónomas pero en la mía son así de fáciles: Vas a Caixa Galicia, Novacaixagalicia, Novagalicia Banco, o como coño se llame ahora, y dices: “Quiero una tarjeta de transporte”, pagas dos euros y te la dan. Como es una tarjeta-monedero, te acercas al cajero específico para recargas y metes el dinero que quieras. ¡Listo! Ahora ya puedes coger todo el transporte urbano que te apetezca (tren o bus, en mi caso) y el descuento en el precio respecto al pago en efectivo es de un 40%, además de no cobrarte los transbordos dentro de la primera media hora. Con esta tarjeta también puedes pagar el transporte interurbano (aunque aquí de momento no hay descuento). Además no es personal así que cualquiera puede usarla aunque no esté a su nombre y si sois un grupo numeroso podéis pasarla varias veces y beneficiaros todos del descuento con una sola tarjeta. En resumen: Una tarjeta para todos los transportes, todas las zonas, todas las personas…

Vamos, ¡lo normal en pleno siglo XXI! Lo que cabría esperar en un país avanzado, ¿no? Pues, por lo que se ve, no. Aquí no.

En primer lugar, como ya he dicho, del transporte “público”, se encargan compañías privadas. En el caso de los buses son tropecientas, y cada una establece su precio. Y el precio del transporte “público” (bus, metro, tranvía o tren) siempre, SIEMPRE, es obsceno. Y sí, cuando digo esto he tenido en cuenta que los salarios aquí son más altos, y aun así es abusivo.

En segundo lugar, la única tarjeta-monedero que existe en Birmingham sólo sirve para el bus. Y por supuesto,  para el bus urbano. Pero no para todos los buses, of course. Solo para algunas de las compañías que la aceptan y en algunos casos no para todas las líneas que cubren. Y los supuestos  descuentos también son distintos según las compañías, pero siempre irrisorios. Si no se acepta la tarjeta en vuestra compañía habitual, como en mi caso y el de la mayoría, puesto que la mayor compañía es National Express que, ¡oh, sorpresa!, no la acepta, tenéis que pagar en efectivo siempre. CON EL IMPORTE JUSTO Y EN MONEDA.  No se aceptan billetes, no se devuelve cambio.

En tercer lugar, sólo quedan los Passes. Lo que nosotros llamaríamos “abonos”. La verdad es que meterse a explicar  lo de los abonos… Miles de posibles combinaciones, cada cual más surrealista... Me siento como Alicia en el País de las Maravillas. En este ámbito nada tiene sentido. Al mirar las distintas opciones te contagias de esa absurdez y acabas con ganas de gritar “¡Feliz no cumpleaños!” o “¡Que le corten la cabeza!”, mientras te cambias de silla corriendo con una taza de té en la mano.  

Por lo que a mí respecta me he dado cuenta de que para este gobierno dejé de ser joven hace casi siete años. Y aún no he cumplido 25. No pasa nada, así me quito de delante el abono Young, y ya de paso el Disabled  y el Older person, que aún me quedan otros 10 tipos por lo menos para considerar. Un sinfín de combinaciones posibles, de zonas, medios de transporte y horas... Y mirándolas me siento caer por la madriguera del conejo blanco… 

Para una zona, un abono. Así que si quieres viajar habitualmente entre dos zonas (Birmingham – Sandwell, por ejemplo) vas jodido,  porque tienes que pagar el abono que vale para todas las zonas, aunque no vayas a pasarte por Coventry en tu puñetera vida.
 
Un medio de transporte. Y si necesitas dos medios de transporte vas jodido también. Porque tienes que cogértelos todos. Eso sí, “todos”,  en este caso no incluye el metro. Sino bus y tren. El metro se paga a mayores. Y para ser una triste línea parece que estés pagando el mantenimiento de todas las líneas del metro de Londres.

Y a todo lo anterior  tienes que unirle el tiempo. No sólo me refiero al período de validez del abono (un día, una semana, un mes o un año) sino también a cuándo viajas. Puedes coger abonos de un período de validez de un año pero que sólo usarás los fines de semana. Los hay que solo valen para entre semana y los hay que solo valen a determinadas horas del día.

Por último, lo peor de todo es que te sientes en la obligación de coger uno por aquello de ahorrar algo, y que sabes que por más vueltas que le des te acabarás equivocando de abono: Por querer ahorrar de más después necesitarás otros viajes que pagar a parte, o por querer tenerlo todo pagarás un pastón para descubrir que has pagado servicios que no usas ni usaras jamás.

Mi consejo: Armaos de paciencia, coged la calculadora y miraos todas las opciones al detalle. Cuando hayáis acotado un poco las opciones pedid consejo a un lugareño. Volved a pensároslo y volved a hacer cálculos, si llegáis a decidiros con total seguridad por una opción ¡Enhorabuena!

Links:

Transporte en Birmingham:

Tarjeta- monedero:

Abonos:


Lamento el tono enfadado y quejicoso de esta entrada, pero a una acérrima defensora del transporte público estas cosas le tocan mucho la moral. Sobre todo porque se me hace muy difícil comprender que a nadie parezca importarle tal situación en un país con cierta dispersión territorial como es UK. 

Escapadas II: Worcester

Una de las actividades que más me gustan en el centro donde trabajo como voluntaria son las excursiones de un día. Creo que el porqué está bastante claro: Conozco un sitio nuevo, sin coste alguno para mí  y durante el horario de trabajo. Vamos, que todo son ventajas.

Esta semana he tenido la oportunidad de conocer Worcester. Una pequeña y encantadora ciudad inglesa. Una típica ciudad inglesa. Pero típica, típica, ¿eh? Cerrad los ojos, visualizad la idea que todos tenemos de “pequeña ciudad inglesa”. Bien. Pues así es Worcester. Más típica que el té de las cinco. Así que, si como yo, sois amantes de todo lo inglés, os encantará esta ciudad.

Realmente merece la pena sólo admirar la panorámica de la ciudad desde el puente que cruza el manso río Severn, lleno de cisnes, con la silueta de la catedral y la aguja de St. Andrew recortadas en el cielo.

Desde Bridge Street, dirección norte, llegamos directamente al centro y por tanto a la zona comercial cuyo núcleo se extiende entre Broad Street y High Street. Grandes cadenas comerciales mezcladas con pequeñas tiendas más pintorescas.

En Saint Nicholas Street, paramos para comer. Un típico pub inglés, de arquitectura estilo Tudor, llamado Courtyard donde sirven buena comida de pub. Buen sitio para un fish and chips bastante aceptable en un ambiente agradable.

Por supuesto, como toda ciudad inglesa que se precie, Worcester tiene su propio “Museum and Art Gallery”. Y como en todos, la entrada es gratuita. No obstante, a no ser que, como yo, te consideres un auténtico entusiasta de los museos, no es muy impresionante. Y de nuevo, como toda ciudad inglesa que se precie, tiene más de un parque por el que pasear.


Si vas a Worcester no dejes de visitar la catedral, pero sobre todo callejea. Porque su ambiente, su arquitectura, realmente merecen la pena.

The Courtyard Pub:

http://www.courtyardworcesterpub.co.uk/