Pues eso. No lo es. Por ello, cuando me dieron la plaza aquí
y me puse a pensar en los preparativos, me dije que uno de ellos debía ser, por
fin, dejar de fumar. Porque me lo había propuesto alguna que otra vez y siempre
lo había ido posponiendo. Pero ya no había excusa. Sobre todo teniendo en
cuenta que mi adicción era más psicológica que física. Que estaba unida a
lugares y momentos determinados. Así que irse a otro país es el momento idóneo
para aprovechar el cambio y dejar atrás los malos hábitos.
Por supuesto, lo dejé un poco antes de venirme. Aunque no
puedo negar que pensé en traerme un par de cajetillas por si estando aquí me
entraba un mono impresionante. No lo hice, y la verdad es que no me han hecho
falta, pero si llega el día que me hagan falta me arrepentiré y sentiré un
profundo dolor en mi cartera. Y es que el precio del tabaco aquí es doloroso.
Cuando mi primo vivía en Londres, hace cosa de unos ocho o
diez años, recuerdo que se llevaba un cargamento de tabaco cada vez que iba a
España.
Yo tengo una solución más simple…
Mi consejo: Deja el vicio. Motivos de salud a parte, es lo
más fácil cuando no quieres o no puedes pagar entorno a 10 euros la cajetilla,
o lo que es lo mismo, 50 céntimos el cigarro, o lo que acojona más, ¡100 euros
el cartón! Que además es el mismo precio que la multa por tirar una colilla.
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