Y tras todo esto te das cuenta de que ya has llegado a la
mitad de tu proyecto y se te da por recapacitar sobre lo vivido y el porvenir.
Y parece que te enteras de que el final está a la vuelta de la esquina, y entre
pasado y futuro está el Youthpass. Sí, ese documento que
certifica la experiencia adquirida y que tú mismo tienes que ir confeccionando,
para que luego puedas hacerlo constar en tu currículum.
Pero, en serio, ¿a
qué potencial contratante le importa lo que he aprendido? Porque simplemente he
aprendido que pellizcar las mejillas de Louis hace que ponga una sonrisa
que tanto puede ser de angelito como de diablillo cuyos planes desconoces, para
darle la espalda dos segundos y encontrártelo lamiendo la baqueta del bombo o,
lo que es peor, a su mejor amigo Yazid.
Y también, y sobre todo he aprendido sobre mí misma. Que un
abrazo de buenos días de Nat o Imy me da más energía para
toda la mañana que dos tazas de café. Que disfruto mucho más haciendo
manualidades en papel cebolla con Elinor, oyendo historias sobre su
madre, su gato, y su dentista, que escaqueándome para un cigarro o un café como
hacen otros. Que me gusta preparar el té de Maggie, esa granny imparable, con leche y dos
azucarillos, porque siempre me contesta con un muy inglés “Thank you, darling.” Que si cuando John está nervioso y es
un dolor de muelas, le cojo la mano y se calma, me siento como Dios. Como
cuando consigo arrancarle más de dos palabras seguidas a Albert. Que hasta los trabajos más estúpidos, como desenredar los cordones de los
mandilones recién salidos de la secadora tras una sesión de cocina, tienen
recompensa cuando, tras más de media hora absorta en el trabajo manual, lo que
te devuelve la mente a este mundo es un “Helga (!?), me gusta tu cara cuando
estás concentrada” de Brian, que vale más que todos los poemas de Neruda.
Que con Audrey se me olvida la vergüenza en las sesiones de baile y
acabamos las dos a lo free style, porque
lo importante es pasarlo bien. Que no puedo evitar sentir una pequeña decepción
cuando uno de ellos falta. Que hasta me da algo de agobio ver la cara de Wally cuando llevamos mucho tiempo sin vernos y ansioso viene a mi
encuentro para recordarme que “eres mi
amiga. El 17 de octubre te puse en mi libreta. Ahora, somos amigos. Todos lo
saben.” Y yo contesto “sí, Wally, somo amigos, ahora y todos los días aunque no
nos veamos.” Y sonríe y chocamos los cinco. “Gracias, Olga. Me gustan tus
botas”. Sí. A Wally le gustan las botas.
Pero eso no le interesa a ningún posible empleador. Por eso
quedaría muy agradecida si alguien sabe como resumir todo eso en una sola línea
para mi currículum.
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