Llevo dos meses sin publicar nada. Lo sé. Soy una mala
bloguera. Lo siento. No os voy a aburrir con excusas y tampoco prometo
enmendarme porque no me gusta romper promesas.
En fin, como os adelantaba en una de mis últimas entradas,
allá por el año 2013, el primer fin de semana de diciembre lo pasé en Newcastle
con los voluntarios que conocí en mi On
arrival training y que generosamente me acogieron y guiaron por la ciudad
como yo había hecho previamente en Birmingham.
En resumen:
Viernes. Tras más de 6 horas de viaje, llegué a Newcastle. Y
allí, en una estación de bus no mucho más grande que una gasolinera corriente,
me estaban esperando.
Caminamos desde la estación de bus hasta lo que los ingleses
llaman Metro, que viene a ser un
cercanías normal y corriente, con un único par de paradas bajo tierra en el
centro. Nos lleva como unos 10 minutos a paso ligero. El billete es bastante
barato en comparación con el transporte en Londres y Birmingham. En torno a 1,70
el billete de ida. 5 minutos de metro y otros 5 andando y llegamos a su casa.
Cenamos, nos ponemos al día y a la cama, que mañana nos espera una larga
jornada turística.
Sábado. Salimos
de casa por la mañana temprano. Yo, por primera vez en mucho tiempo, no me he
mirado ninguna información del sitio al que viajo. No he planeado nada. Me dejo
llevar completamente por mis guías. Cogemos el metro en dirección a la playa.
Nos bajamos en Tynemouth. En la
propia estación nos encontramos con el mercadillo
que se celebra cada fin de semana. Nos damos una vuelta. Es pequeño
pero coqueto.
Salimos de la estación y nos dirigimos a la playa. Es una
zona agradable. Nos quedamos en el paseo. Damos una vuelta alrededor de las
ruinas del Tynemouth Castle and Priory.
El mar bate furioso y hace un viento de justicia pero es como debe ser, de otro
modo sentiría que estoy a la orilla de un mar que no es el mío.
Por el camino de
vuelta a la estación paramos en The Green
Ginger Shopping Arcade. Lo que tiene de especial este mini-centro
comercial, es que se encuentra dentro de lo que fue una iglesia construida en
el siglo XIX.
Nos subimos al metro en dirección al centro. Cuando llegamos
ya es hora de comer y ponemos rumbo hacia un Wetherspoon (Franquicia de pubs. Barata. Siempre hay uno a mano). Para llegar atravesamos
un German Market bastante tristón en comparación con el
fastuoso mercado navideño birminghense.
Después de comer vemos
el castillo del que Newcastle toma su
nombre, y parte del Muro de Adriano. Llegamos a orillas del río Tyne y cruzamos el Millenium
Bridge para llegar a The BALTIC,
Centre for Contemporary Art, desde cuyo quinto piso observamos la mejor
panorámica de la ciudad.
Volvemos hacia el centro. La catedral, el mercado, galerías
comerciales, pausa para un café, los escaparates de Fenwick
en Northumberland Street, que estas Navidades han escogido los cuentos
de hadas como tema principal y están abarrotados de gente pegada a sus
cristales como si de las ventanas de un mundo mágico se tratase.
Volvemos a casa. Preparamos la cena. Sobremesa hasta la
madrugada. A cama, que mañana cojo el bus de vuelta a primera hora.
Domingo: De camino a la estación de bus nos cruzamos con
todos los geordies que vuelven de su
noche juerga, y con sus vómitos repartidos por la acera. Despedidas. Me subo al
bus. Dejo Newcastle cruzando uno de sus innumerables puentes y a la salida
obtengo una vista privilegiada del Ángel
del Norte.
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