¿Que cómo fue mi primer día? La palabra que mejor lo define
es: “Aterrador”.
Todo empezó muy bien. La recepcionista de nuestra
organización nos llevó a mí y a otra voluntaria, también recién llegada, al banco a abrir nuestras cuentas. Después
volvimos a la sede central donde nos presentaron a todo el mundo. Y luego nos
llevaron a los centros donde vamos a desempeñar nuestra labor como voluntarias.
Ella a uno y yo a otro.
En mi centro conocí a mi tutora, que me enseñó el local y un
poco por encima su rutina diaria. Y ya está. Ni “tú vas a hacer esto”, ni “esperamos
esto de ti”… ná de ná. Y yo allí plantada, totalmente perdida, entre un
trasiego de gente, de ir y venir, de gritos, y caótica descoordinación, sin
saber qué hacer, totalmente confusa…
A todo ello hay que sumar el acento-dialecto de la zona, que debe ser el más enrevesao de todo Reino Unido, y que por suerte solo hablan los trabajadores que son nativos de aquí y no son muchos.
A todo ello hay que sumar el acento-dialecto de la zona, que debe ser el más enrevesao de todo Reino Unido, y que por suerte solo hablan los trabajadores que son nativos de aquí y no son muchos.
A parte de eso, yo nunca había trabajado con personas con
discapacidad y varias veces tuve que sacudir la cabeza para evitar ponerme a
llorar como una magdalena. Por una parte por la tristeza, por lo duro que es,
el sentimiento de injusticia… Por otra, porque hay una minoría que no habla
absolutamente nada y otra que habla perfectamente bien, pero la mayoría tiene
problemas del habla y no puedo entenderles cuando me hablan (no sé ni si sería
capaz de entenderles en castellano). Y me hablan. Mucho. Quieren contarme su
vida y explicarme cosas de la organización y yo simplemente asiento y sonrío,
esperando resultar al menos agradable, pero a veces te piden cosas y te
preguntan y solo puedes encogerte de hombros
y decir ‘Sorry, I don’t understand
you.’ Y no os podéis imaginar lo frustrante que es, porque algunos de ellos
ni si quiera son capaces de entender que tú no les entiendas.
Al final de la tarde llega una de mis compañeras de piso,
que trabaja habitualmente en ese centro. Voy con ella en el minibús de la
organización para que me explique en qué consiste nuestro trabajo en él. Debe
de ver lo agobiada que estoy porque cuando le voy a ayudar me dice que no me
preocupe, que sólo mire, para hacerlo el próximo día. Asiento con la cabeza.
Cuando acabamos la ronda el conductor nos dice que nos lleva hasta casa. Miro insistentemente por la ventanilla, para evitar que me vean así, pero las lágrimas no me dejan ver nada. Al menos es viernes y tengo todo el fin de semana para asimilarlo.
Cuando acabamos la ronda el conductor nos dice que nos lleva hasta casa. Miro insistentemente por la ventanilla, para evitar que me vean así, pero las lágrimas no me dejan ver nada. Al menos es viernes y tengo todo el fin de semana para asimilarlo.
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